martes, 4 de octubre de 2011

Paranoia B.

El viento emergía suave desde el norte, el aullido de los lobos no rompía la calma del pueblo, la luna en cuarto menguante se alzaba en todo su esplendor, era ya tan delgada que apenas era visible, pero a pesar de ello, la poca luz que desprendía era, con todo, mágica y sobrenatural.
Los animales del pueblo dormían apacibles al igual que sus habitantes, apenas se oía el murmullo lejano de los lobos, era una noche muy tranquila y silenciosa.
Hasta que algo perturbó la calma.
Un grito desgarrador profanó aquel silencio sepulcral, provenía de una de las casas de las afueras del pueblo. Los animales maullaban, ladraban, piafaban, graznaban y se movían de un lado a otro nerviosos, también las personas que ahí vivían se sentían extrañamente nerviosos.
Un doloroso parto acababa de comenzar.
Pronto la pequeña cabaña se llenó de confundidos curiosos que, a su vez, avisaron a la matrona del pueblo. El pequeño poblado se vio en pocos segundos convertido en un caos, la gente vociferaba y alzaba la voz inquieta, los animales cada vez se veían más nerviosos y el alboroto no parecía acallarse.
La matrona entró, pasó media hora más o menos hasta que de repente todo se acalló, todo se volvió extremadamente silencioso, los animales quedaron completamente inmóviles, sus inquietudes se esfumaron con la misma rapidez con la que llegaron, la gente se calló completamente guardando un silencio casi imposible, ni si quiera se oía el aullido de los lobos en la lejanía.
Era el parto más corto que había presenciado la aldea, los cuales, como mínimo solían durar cuatro horas, la matrona salió de la cabaña e hizo entrar al padre, el cual había pedido que se mantuviera fuera durante el proceso.
La matrona lo miró sombría.
-Tu mujer era fuerte, Kalon, pero también era primeriza...
Kalon, el padre, la miró sin comprender.
-¿Qué quieres decir con era?
-Ha sido un parto demasiado rápido, y demasiado duro...
Kalon interrumpió a la matrona, corriendo se acercó a los pies de la cama y observó el cuerpo inerte de su esposa, su rostro pálido y sudoroso y sus ojos abiertos mirando a la nada. No cabía duda, estaba muerta. No pudo retener las lágrimas, pero pronto se las secó y reunió fuerzas para hablar.
-¿Cómo está el niño?- Logró pronunciar con voz ronca.
-Es una niña... Kalon, no parece normal, será mejor que lo veas por ti mismo.
Kalon dirigió la mirada a un bulto que se hallaba en una cuna que meses antes él había creado con la mejor madera del taller de su carpintería.
Allí vio a la niña, parecía dormida, sin dar ninguna señal de vida, pero se podía apreciar que la muerte no habitaba en ese cuerpecito. El padre, con cuidado, rodeó a la pequeña con sus brazos y la alzó para verla mejor. La niña se removió algo confusa, emitiendo un pequeño gemido. Su piel era muy pálida, quizá demasiado, su pelo corto era muy fino y no se apreciaba bien si era rubio o castaño claro, en cualquier caso no era un color fuerte como el que poseía todo el pueblo. Los ojos de la extraña niña lo miraron exclamativos, tampoco sus ojos eran normales, su color era verde claro, casi no se podía diferenciar de la córnea de no ser por el intenso negro que rodeaba el iris. Kalon se sintió muy extraño, su hija no había nacido sana, o al menos no poseía las características del pueblo, todos tenían el pelo negro intenso, y sus ojos y piel eran siempre muy oscuros, los hombres eran muy musculosos e incluso algunas mujeres carecían de la feminidad de su cuerpo por la exagerada masa muscular que solían poseer, y en cambio aquel bultito que poseía en sus manos eran tan débil, tan delicado...
-Podemos deshacernos de ella, no costará mucho, una niña así tendrá muchos problemas de salud, si no tienes fuerzas, yo misma podré hacerlo.
-Ni lo intentes, criaré a esta niña, mi mujer ha dado su vida por esta criatura, es lo único que me queda de ella   y la protegeré con mi vida.
La matrona no pareció satisfecha, pero no puso objeción.
-Tendrá que ponerle un nombre, pues.
Kalon la miró de nuevo, la niña pareció sonreírle.
-Khora, se llamará Khora.
La matrona miró una vez más a Khora, sin estar de acuerdo con mantenerla viva, sin pronunciar palabra, abandonó la cabaña.
Jamás contó lo que ocurrió en aquel extraño parto.

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