domingo, 18 de septiembre de 2011

Paranoia A, 2ª parte.

Una fuerte ráfaga de viento golpea mi cuerpo, las hojas secas se elevan junto a él, tengo que cerrar mis ojos, el aire me impide ver y podría entrarme algo en ellos. La pequeña tormenta cesa, quito las manos de mi rostro, algo aturdida, mis ojos alcanzan a ver una sombra del tamaño de una persona, la sombre misteriosa se acerca a mí, al fin los pequeños rayos que llegan a este extraño lugar pueden posarse ante la extraña figura, descubriendo así sus perfectas facciones y perfecto cuerpo. Es una mujer que rondará los treinta años, su piel es muy blanca, más que la mía, da la sensación de ser de porcelana, su mirada es serena, de ojos azules luminosos muy, muy claros y su pelo, más largo que el mío, rozando levemente el suelo es de color blanco, blanco puro con destellos azul celeste, su vestido es muy sencillo, apenas una finísima tela ceñida a su cuerpo llegando al suelo, es de color blanco y al igual que su pelo desprende algún destello azul celeste. La mujer avanza y se detiene justo delante mía, su belleza me hipnotiza, y aunque su mirada es más controlada, ella parece mirarme de la misma manera.
-Zhaenil- su voz es preciosa, armoniosa, y muy suave.
Su rostro parece mirarme apenado.
-Zhaenil- repite alzando la mano hacia mi rostro, dándome una suave caricia.
Sus dedos son muy suaves, quizá demasiado, su piel es muy fría, pero está muy lejos de ser gélida y heladora.
Su mano se retira de mi rostro, el viento vuelve a alzarse violento, esta vez intento mantenerme donde estoy y divisar algo, mis ojos logran ver cómo la mujer se aleja impasible a la ventisca, el viento, el polvo y las hojas que viajan en él, la cubren haciéndola cada vez menos visible.
-Zhaenil, no lo olvides, ese es tu nombre- su voz suena en el viento, clara, fuerte y armoniosa como ella sola.
¿Quién es ella? ¿Es ese mi nombre? ¿Cómo lo sabe?
-¡Espera! ¡Note vayas!- mi voz suena ronca, debo de llevar mucho sin hablar.
Intento abrirme paso entre el aire violento, pero una fuerte ráfaga me empuja hacia atrás, haciendo caer a mi cuerpo a tres metros de distancia, justo detrás de la charca.
-Espera...- esta vez mi voz se acalla en un susurro muy lejos de parecer una llamada desesperada.
Aturdida, puedo ver cómo se relaja el viento, quedando completamente en calma, como había estado antes, mis ojos buscan a la extraña dama, pero no hay nadie, ni nada. Confundida y en estado de shock, mi cuerpo se tambalea para caer sobre las hojas y hongos del suelo, y no consigo ver y oír nada más.

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