lunes, 31 de octubre de 2011

K2

Yo no voy a decir ''para siempre'', pues no sé lo que el mañana me va a deparar, no puedo prometerte que envejeceremos juntas, ni que nuestros roles siempre se conservarán intactos, no voy a escribirte en una nota al lado de una promesa A.P.S porque no sé qué pasará cuando el futuro se cierna en nuestras vidas, pero sí puedo decirte y mostrarte cuán sincera es esta amistad para mí en el presente, sí puedo decirte que AHORA y en el pasado eras y eres mi mejor amiga, y seguramente pondría la mano en el fuego porque así será por mucho tiempo, pero no voy a prometer imposibles, voy a prometerte presentes, presentes que no podrás olvidar, y quién sabe, quizá sea verdad, y esta amistad se conserve siempre.

viernes, 21 de octubre de 2011

Yeah.

Juro algún día acabar con el dolor que me rodea, y con la gente que lo ocasiona.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Rabia.

Dices que no te importa, pero lo leo en tu mirada, lo leo en tu voz mientras dices no.
Estás harto, lo sé.
En tu cabeza piensas ¿por qué? ¿Qué hiciste para ser un blanco tan fácil o ser motivo de burlas?
Intentas encajar a la mínima, riéndote con ellos de las propias burlas que a ti se dirigen, todo por algo que no merece la pena, cuatro gilipollas que te hacen la vida imposible.
Intentas ignorarlo, pero perfectamente sé que en tu mente los has destruido quizá millones de veces, pero no lo haces, son más fuertes que tú, tienes miedo, lo sé.
Voy contando los días que te quedan para agonizar, pronto serás mío, te habla la muerte.
Una vez más, te volvieron a empujar, te volvieron a insultar, un réplica en tu mente, la perfecta respuesta ante aquel idiota. No, no lo dices en voz alta, tienes miedo, siempre lo tuviste, te resignas a temblar, no de miedo, sino de adrenalina.
Y otra vez cuento un día menos hasta que te acoja en mi amargo abrazo.
Hoy es diferente, hoy te han escupido, no tienes a nadie, muchos giran la cabeza, otros ríen, los demás ignoran pero nadie actúa. ¿Decirlo a un profesor? Sentenciaría tu muerte, sólo serviría para un consuelo de dos horas y una tortura de mil.
Noto que intentas hacerte inmune, noto que intentas ignorarlo todo, que intentas ignorar cada insulto, pero no puedes, resuena tan fuerte en tu cabeza... Cada una de esas palabras apaga tu vida, acercándote a mi lecho bajo la capa del miedo.
Al fin el día esperado llega, es raro, pero incluso pena he llegado a sentir. Miras con decisión la aguja que te dormirá para siempre entre mis brazos, tú morirás, pero ellos vivirán en el peor de los tormentos.
Lentamente, quizá inseguro, notas la aguja dentro de ti, notas su contenido salir, acercándote a mis brazos, te despides de la vida antes de dormir y como a una vieja amiga te unes a mí.
Ellos te mataron, y con la culpa no podrán vivir.

domingo, 9 de octubre de 2011

Orgullo.

A veces pasa que nos enfadamos por situaciones o palabras, en especial en parejas.
Nos enfadamos y como niños pequeños esperamos a que sea él o ella quien pida perdón, pero claro, la otra persona también espera lo mismo. Sin quererlo (o quizá queriendo) ese pequeño enfado nos va devorando y nos hace pensar cosas cosas que duelen, nos dejamos llevar por el orgullo, mientras éste nos acerca al dolor y al pesimismo, llegando incluso en algunos casos a pensar en cortar. Mi consejo es, que aunque sea difícil, no dejemos que el orgullo se haga hueco en nuestro ser, puesto que no hay vuelta atrás, y por ello se pueden perder cosas de las que puedes arrepentirte. Si de verdad amáis, si de verdad es tan importante, mandad a la mierda el orgullo, es una arma que destruye los lazos más fuertes. ¿Merece la pena llorar, sangrar, pasarlo mal por orgullo? ¿Por no pedir perdón? ¿Por no dar un abrazo a tiempo?

viernes, 7 de octubre de 2011

Paranoia B, parte 2.

Habían pasado trece años desde el nacimiento de Khora, y contrariando las suposiciones del pueblo, creció completamente sana. Khora seguía sin poseer los rasgos el pueblo, su pelo había crecido hasta la cintura (las demás chicas consideraban el pelo largo como un signo de fealdad, por lo que era la única joven que poseía el pelo largo) con un color castaño claro, rojizo al sol, que el pueblo consideraba enfermizo. Su mirada se había mantenido tan clara como el primer día que abrió sus ojos al mundo, su piel ahora estaba algo más bronceada por el efecto del sol, pero aún permanecía muy lejos del color que el pueblo consideraba natural. Como todas las chicas, Khora había asistido a clases teóricas sobre la supervivencia, la caza y lo más importante para el pueblo, la guerra, la lucha cuerpo a cuerpo. Eran tres años de clases teóricas, uno para cada sección hasta que cumplían trece años y pasaban a las prácticas durante dos años, uno basado en el cuerpo a cuerpo y otro en la caza.
Hoy era el primer día práctico cuerpo a cuerpo de Khora y todas las chicas del pueblo que tenían su edad.
Se había levantado tarde, pero eso no era nada nuevo. Bajó corriendo la trampilla que separaba su habitación del resto de la casa, Su padre había hecho una habitación más para ella, pero Khora prefería la intimidad del desván, no era muy grande, pero cabía a la perfección la cama que su padre había hecho y un baúl bastante grande donde guardaba su escasa ropa y alguna que otra pertenencia.
-Llegas tarde y aún tienes que ponerte la ropa- dijo la voz de su padre, Kalon, tras ella.
Khora no se inmutó.
-Está en mi taller, hace media hora que le he dado el toque a las piezas de madera.
Khora, sin mediar palabra, se dirigió al pequeño taller que poseía su padre a pocos metros de la cabaña, situado al principio de la entrada del jardín, era el carpintero del pueblo, por lo que ese era su taller la gente venía ahí si quería un mueble nuevo o un arreglo a su cabaña.
No tuvo que buscar demasiado, halló la armadura de primeriza justo detrás de la puerta principal, no tardó en sustituir su ajado camisón por la ligera armadura. Se observó en el espejo.
La ropa se ajustaba al cuerpo, tal y como requería la maestra de lucha, un corsé de cuero marrón, le cubría el pecho una pieza de madera a modo de adorno decorando el corsé, cosa que también servía de protección a golpes que podían doler mucho, el cuero del abdomen y espalda era especialmente grueso. En los brazos poseía un brazalete de madera que cubría todo su antebrazo, y otro un poco más corto que le cubría el brazo, dejando el codo y hombros expuestos para una mayor libertad de movimiento, Un cinturón de cuero negro con algunos adornos también de madera lijados a conciencia se ceñía a sus caderas. Una falda de cuero de tan sólo un palmo de larga se extendía bajo él, ocultando unos pantalones cortos, también del mismo material, a modo de engaño. Unas botas, también de cuero, se extendían más allá de la rodilla a un palmo de la ingle, dejando al descubierto sólo unos cinco centímetros de la piel de su muslo. Le costaba flexionar la rodilla por la dureza del cuero, pero con las prácticas, se iría haciendo más flexible.
Se recogió el pelo en una cola alta con un lazo de unos de los retales de cuero sobrantes en la mesa. Su padre había empleado mucho tiempo para confeccionar aquella armadura artesanal.
<<Gracias>>- pensó para sí.
Salió corriendo del taller, no había desayunado, pero no importaba.
Se detuvo ante una de las casa del centro del pueblo y llamó. Tras unos instantes apareció una chica de su edad de pelo por los hombros, negro como todos y los ojos oscuros característicos del pueblo, su piel era sólo un poco más oscura que la de Khora, algo raro de ver.
-Llegas tarde- su mirada era inquisitiva, pero también era obvio que se había levantado tarde, por su voz ronca por el sueño y su armadura mal colocada.
-Apuesto mi vida a que no estabas despierta hace cinco minutos, así que no hables, Syra- la miró con una sonrisa.
Syra era básicamente la única amiga que tenía. Khora anudó una de las cuerdas del corsé que malamente se había colocado Syra y observó su figura mientras lo hacía. Su armadura no era muy diferente a la de Khora, sólo que los adornos eran de metal y no de madera.
Su amiga lucía diferente a como siempre iba, la armadura la hacía más estilizada y resaltaba a la perfección sus encantos.
-Si hasta pareces femenina- se burló Khora, pues sabía que Syra no disfrutaba vistiéndose así por muy bien que le quedara.
La miró una vez más imitando a uno de los adolescentes babosos del pueblo.
-No me hace falta vestir como una chica, para se note que lo soy- dijo finalmente Syra tras unos momentos, mirándola inquisitiva.
-Ese tajo ha dolido- Khora la miró con cara de pena, pero obviamente no podía ocultar la más amplia de las sonrisas.
Había pasado tres meses exageradamente largos sin saber nada de ella, puesto que viajó con su madre a un pueblo cercano y a ella no le permitían salir de la comarca.
-Te he echado de menos, estúpida.
Syra sonrió.
-Y yo a ti.
Khora se abalanzó y le dio un fuerte abrazo, pero pronto se apartó, las muestras de aprecio en aquel pueblo públicamente no estaban muy bien vistas.
Juntas emprendieron el camino a su primer día práctico, al norte del pueblo.

martes, 4 de octubre de 2011

Paranoia B.

El viento emergía suave desde el norte, el aullido de los lobos no rompía la calma del pueblo, la luna en cuarto menguante se alzaba en todo su esplendor, era ya tan delgada que apenas era visible, pero a pesar de ello, la poca luz que desprendía era, con todo, mágica y sobrenatural.
Los animales del pueblo dormían apacibles al igual que sus habitantes, apenas se oía el murmullo lejano de los lobos, era una noche muy tranquila y silenciosa.
Hasta que algo perturbó la calma.
Un grito desgarrador profanó aquel silencio sepulcral, provenía de una de las casas de las afueras del pueblo. Los animales maullaban, ladraban, piafaban, graznaban y se movían de un lado a otro nerviosos, también las personas que ahí vivían se sentían extrañamente nerviosos.
Un doloroso parto acababa de comenzar.
Pronto la pequeña cabaña se llenó de confundidos curiosos que, a su vez, avisaron a la matrona del pueblo. El pequeño poblado se vio en pocos segundos convertido en un caos, la gente vociferaba y alzaba la voz inquieta, los animales cada vez se veían más nerviosos y el alboroto no parecía acallarse.
La matrona entró, pasó media hora más o menos hasta que de repente todo se acalló, todo se volvió extremadamente silencioso, los animales quedaron completamente inmóviles, sus inquietudes se esfumaron con la misma rapidez con la que llegaron, la gente se calló completamente guardando un silencio casi imposible, ni si quiera se oía el aullido de los lobos en la lejanía.
Era el parto más corto que había presenciado la aldea, los cuales, como mínimo solían durar cuatro horas, la matrona salió de la cabaña e hizo entrar al padre, el cual había pedido que se mantuviera fuera durante el proceso.
La matrona lo miró sombría.
-Tu mujer era fuerte, Kalon, pero también era primeriza...
Kalon, el padre, la miró sin comprender.
-¿Qué quieres decir con era?
-Ha sido un parto demasiado rápido, y demasiado duro...
Kalon interrumpió a la matrona, corriendo se acercó a los pies de la cama y observó el cuerpo inerte de su esposa, su rostro pálido y sudoroso y sus ojos abiertos mirando a la nada. No cabía duda, estaba muerta. No pudo retener las lágrimas, pero pronto se las secó y reunió fuerzas para hablar.
-¿Cómo está el niño?- Logró pronunciar con voz ronca.
-Es una niña... Kalon, no parece normal, será mejor que lo veas por ti mismo.
Kalon dirigió la mirada a un bulto que se hallaba en una cuna que meses antes él había creado con la mejor madera del taller de su carpintería.
Allí vio a la niña, parecía dormida, sin dar ninguna señal de vida, pero se podía apreciar que la muerte no habitaba en ese cuerpecito. El padre, con cuidado, rodeó a la pequeña con sus brazos y la alzó para verla mejor. La niña se removió algo confusa, emitiendo un pequeño gemido. Su piel era muy pálida, quizá demasiado, su pelo corto era muy fino y no se apreciaba bien si era rubio o castaño claro, en cualquier caso no era un color fuerte como el que poseía todo el pueblo. Los ojos de la extraña niña lo miraron exclamativos, tampoco sus ojos eran normales, su color era verde claro, casi no se podía diferenciar de la córnea de no ser por el intenso negro que rodeaba el iris. Kalon se sintió muy extraño, su hija no había nacido sana, o al menos no poseía las características del pueblo, todos tenían el pelo negro intenso, y sus ojos y piel eran siempre muy oscuros, los hombres eran muy musculosos e incluso algunas mujeres carecían de la feminidad de su cuerpo por la exagerada masa muscular que solían poseer, y en cambio aquel bultito que poseía en sus manos eran tan débil, tan delicado...
-Podemos deshacernos de ella, no costará mucho, una niña así tendrá muchos problemas de salud, si no tienes fuerzas, yo misma podré hacerlo.
-Ni lo intentes, criaré a esta niña, mi mujer ha dado su vida por esta criatura, es lo único que me queda de ella   y la protegeré con mi vida.
La matrona no pareció satisfecha, pero no puso objeción.
-Tendrá que ponerle un nombre, pues.
Kalon la miró de nuevo, la niña pareció sonreírle.
-Khora, se llamará Khora.
La matrona miró una vez más a Khora, sin estar de acuerdo con mantenerla viva, sin pronunciar palabra, abandonó la cabaña.
Jamás contó lo que ocurrió en aquel extraño parto.